Bienvenidos al centésimo tercer programa de EL TERCER PLANETA emitido el 10/08/2012 y conducido por Julio A. Guerrieri y Sergio O. Rubinetti ... y gracias por estar.
Cuando los pueblos de la antigüedad observaban a los planetas en el cielo creían que eran dioses por sus extraños movimientos. En particular el planeta rojo que recibió el nombre del dios romano de la guerra. De todos los cuerpos del Sistema Solar, Marte ha sido el más conocido de todos: desde la Prehistoria hasta el Renacimiento, por su amplio movimiento retrógrado en el cielo y a partir de la invención del telescopio su fama ha crecido mucho más. En 1877 el Astrónomo italiano Giuseppe Sciapparelli creyó ver marcas sobre la superficie marciana que llamó “canalis”. La traducción al inglés se malinterpretó pensando que se trataban de canales artificiales de riego, lo que llevó a pensar en la presencia de marcianos inteligentes que trataban de llevar agua a su deshidratada civilización desde los polos del planeta.
Percival Lowell era un millonario intelectual de Boston que en 1894 fundó su propio observatorio para dedicarse casi exclusivamente al planeta Marte durante los siguientes quince años. Lowell no solo creía ver los canales construidos por los marcianos sino que escribió libros narrando las peripecias de la civilización marciana. A todo esto, los escritores de Ciencia Ficción dieron rienda suelta a su imaginación y las revistas ilustradas con monstruos invasores del espacio se convirtieron en alimento de un público lector ávido de estas historietas.
La cuestión es que Marte, a diferencia de lo que pensaban Sciapparelli y Lowell está deshabitado, es muy frío, su atmósfera carece de oxígeno y la radiación ultravioleta del Sol lo hacen un planeta agresivo para la vida como la conocemos habitualmente. Sin embargo, varios robots han llegado a posarse en su superficie analizando todo el medio ambiente marciano y revelando nuevos datos que ayudarán en la futura decisión de la exploración humana en el planeta rojo.
Quizá y al fin y al cabo, ocurra que la futura presencia del homo sapiens en el cuarto planeta sea una profecía bradburyana al mejor estilo de “Crónicas Marcianas” y los marcianos terminemos siendo nosotros mismos.
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