513. Señores de las bestias, Vigilantes, Kingsmouth
Como cada martes intentamos hablar de D&D y en estos momentos del próximo libro/ambientación Kingsmouth, una ciudad de Providence donde un día los primigenios dejaron su marca y quizá algo más.
Señores de las bestias Domadores de la naturalezaEscondidas por Providence, las aldeas que veneran a Emerildo el dios astado, dios de la caza. Son buenos constructores, trabajan bien la madera y el metal. Desprecian la vida cosmopolita, pues consideran que las urbes no hacen sino atraer la atención de los monstruos; creen que es más prudente vivir en la naturaleza sin ningún temor, sobre todo en los lugares más insospechados, el cual cambiarán en el momento que la maldad los descubra.
Han cultivado la habilidad de domeñar todo tipo de bestias. Creen que entre la naturaleza se encuentra la clave para huir de las Tinieblas del Mundo de las Sombras, por lo que los bosques que aún están sanos y los animales que todavía sobreviven a la maldad son sus aliados y sus más cercanos confidentes, aun por encima de otros seres humanos.
La mayor parte de sus pueblos no tienen rumbo fijo, pero existen algunos lugares bien asentados desde varias generaciones atrás, pueblos que son vistos por los más tradicionalistas como nidos de irresponsabilidad, probablemente por la comodidad de la que han caído presas. Así que cuando su forma de vida empieza a proliferar saben que la maldad se congrega al mismo tiempo a su alrededor, y es entonces cuando queman sus aldeas y prosiguen su camino en busca de otros lugares en los que asentarse.
DescripciónSu actitud es tosca en presencia de otros, pero están abiertos a hacer tratos con aquellos que busquen un animal de tiro o un buen corcel. Tanto las mujeres como los hombres visten con ropas cómodas: pantalones y camisolas holgadas, y jubones de cuero que usan para sus incursiones.
Nivel de vida: Es extraño ver un domador de bestias con riquezas, por lo que su nivel de vida suele ser modesto.
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Vigilantes Guardianes de las fronterasLa vida en Providence es peligrosa, pero más segura gracias a los vigilantes. La gente que nace a la orilla del peligro vela por que la maldad no traspase los confines de sus tierras, por lo que los vigilantes viven en los límites de las fronteras civilizadas. Con mirada atenta pegan la oreja en las lindes de los bosques malditos, escuchando qué susurros se traman desde las tinieblas impenetrables. Son los encargados de subir a los fríos montes para establecer atalayas y puestos vigías, y por supuesto son los que avisan a las ciudades grandes si Providence está siendo asediada por un peligro mayor.
Su cultura ha servido de protección al mundo civilizado durante cientos de años, aunque para ellos estas tareas no han sido más que un estilo de vida adaptado a la supervivencia. Las nuevas generaciones se dieron cuenta que se aprovechaban de ellos y decidieron emigrar a las ciudades, sobre todo a Kingsmouth. Y la ciudad, empezó a sufrir con más asiduidad los ataques de los monstruos provenientes de los bosques enfermos y los valles malditos, por lo que en el siglo XII se llevó a cabo una pragmática real de contingencia mediante la cual, estos pueblos desperdigados, fueron mal pagados para repoblar las zonas afectadas por la debacle. No es el oro lo que mantiene a las aldeas viviendo en los límites de las tierras sanas, sino los privilegios de sus mandatarios, pues la ley dice que quienes logren civilizar con éxito la tierra de Providence, pueden tomar una décima parte de ésta para establecer un señorío.
Estos pagos desde la ciudad de Kingsmouth no son más que una inversión para mantener el peligro a raya. Por supuesto, hay intereses académicos: los eruditos piden al Alto Consejo que parte del dinero destinado sufraguen expediciones para estudiar estos puntos geográficos y la Oscuridad que mora en ellos, lo que molesta a muchas aldeas de vigilantes y surgen enemistades por ello, sobre todo cuando tienen que soportar la presencia importuna de un funcionario capitalino.
DescripciónAtléticos y curtidos, los vigilantes son gentes nacidas en granjas, pueblos y otros lugares muy cercanos al peligro. También agrupan a montañeses y guardabosques, muchos de los cuales han osado trabajar como espeleólogos internándose en las entrañas de la tierra o como exploradores de bosques oscuros y desconocidos. Los montañeses suelen ser altos, con piel tostada por el sol y de actitud recia. Los silvanos de los bosques son de cuerpos más ligeros, y están apegados al arco y son gráciles como los felinos, mientras que los moradores de los páramos son curtidos y resistentes.
Nivel de vida: Rara vez encontramos un vigilante con alto poder adquisitivo. Conocen la moneda común, pero no son dados a usarla si tienen posibilidad de comerciar mediante el trueque. Su nivel de vida puede ir desde pobre a modesto, y muy excepcionalmente al rico.
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