Algunos vamos por la vida controlando la intensidad de nuestras emociones, en nuestro afán por parecernos a esa estoica imagen que en ocasiones tenemos del Señor. Sin embargo, no podemos ver a la totalidad de nuestro Dios, si sufrimos de acromatopsia del alma. Las fotografías emocionales de Dios, no son en blanco y negro; son a color y tienen todas las sombras y los matices que nuestra imaginación pueda concebir. Por eso, Dios quiere restaurarnos la capacidad de expresividad. No más falsas sonrisas, ni dolores restringidos. Como verdaderos hijos del Padre, necesitamos permitirnos un disfrute intenso y prolongado, sin sentimiento de culpa; y también debemos permitirnos expresar profundamente las penas, la ternura, la ira y, principalmente el amor de Dios.
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