Jesús alguna vez dijo: “Por cuanto lo hiciste por mis pequeñitos, lo hiciste por mi”. Si somos seguidores de Cristo y Él está en nosotros, no podemos sólo congregarnos los Domingos a adorarlo y no hacer nada ante el dolor del mundo, porque el corazón del Señor está en nosotros y palpita a favor de los que sufren, de las víctimas y de los pobres. Si amamos a Dios con todo el corazón vamos a reaccionar con empatía, compasión y amor ante el sufrimiento de los demás. Ponle el rostro de Jesús al dolor, a la necesidad, al enemigo, al pecador, a las fría estadística de víctimas de guerras y hambrunas, y entonces cuando veas el rostro del Señor en tu prójimo, tu prójimo se transformará en tu hermano.
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