A través de la historia la gente religiosa ha seguido una estrategia del aislamiento: evita a los pecadores y vive en cuarentena religiosa. Y esto a la larga se convierte en un invernadero para el orgullo y el exclusivismo: las personas que son diferentes, «los otros», son vistos como inmundicia, como algo ‘intocable’ que es necesario eliminar. Pero Jesús no llamó a sus seguidores para que viviéramos en cuarentena, sino para ser un hospital de quebrantados y pecadores. Él se hizo un ser humano para llevar tus inmundicias y las mías. Y en lugar de que el mundo lo infectara, Él infectó al mundo con la inmaculada infección de Su Amor y Su Gracia... y ¡todavía esta maravillosa cepa se está divulgando!
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