La clave del mensaje de las lecturas de este segundo domingo de Adviento es la conversión: “Conviértanse porque ya esta aquí el Reino de los Cielos” es la proclamación de Juan el Bautista. Ya viene el rey, este descendiente de David, este brote del tronco de Jesé ya está aquí. Isaías había tenido esa visión del rey que iba a venir, que contaría con el don del Espíritu Santo con su plenitud de dones. Esto se cumple en el bautismo de Jesús, cuando nos narran los evangelistas que el Espíritu Santo se posó sobre el en forma de paloma. Estos dones lo ungen para su misión de proclamar la buena nueva, y nosotros los cristianos somos herederos de estos beneficios-por nuestro bautismo somos injertados en este drama de la salvación y así recibimos nosotros también el Espíritu Santo con todos sus dones. Las imágenes de la convivencia de animales salvajes y domésticos, el lobo con el cordero, la pantera con el cabrito, etc. Hablan de la restauración de la paz y la harmonía que viene a traer el Mesías. En la nueva creación se va a restaurar esa paz y armonía que perdimos por el pecado. De esta paz tenemos ya una probadita en esta Navidad donde celebramos el nacimiento del rey de la paz. Pero esta paz no esta establecida por completo, hay que poner de nuestra parte para que se realice!
La segunda lectura tomada de la carta de San Pablo a los Romanos nos habla de la importancia que tienen las Sagradas Escrituras, obviamente Pablo refiriéndose al AT. Existe para nuestra enseñanza, para darnos paciencia y consuelo-cosas que nos llevan a tener los mismos sentimientos con otras personas, que resulta en nuestra unidad. Esto es lo que Dios quiere para todos nosotros, que estemos unidos, que se acabe la guerra, la desigualdad, la discriminación, todas estas cosas que nos separan unos de los otros y nos separan de Dios. Por eso en la Iglesia venimos a practicar esta unidad. Cuando celebramos la misa, ya desde el principio nos unimos a una sola voz, elevando nuestra oración al Padre desde el canto de entrada. Nos damos el saludo de paz, una vez mas manifestando esta harmonía en que debemos vivir, especialmente nosotros que somos hijos de un mismo Padre y somos hermanos en la fe.
En el evangelio escuchábamos el mensaje de conversión de Juan el Bautista, que es una continuación del mismo mensaje de los profetas del AT, y es el mismo mensaje de Jesús, y el mismo mensaje de la Iglesia el día de hoy. El mismo mensaje siempre antiguo, siempre nuevo, de cambiar nuestros corazones y voltear nuestra mirada hacia Dios para verlo en los pobres, en los mas necesitados. Cuando era niño e iba al catecismo, recuerdo que durante el Adviento nos daban un calendario de actividades que debíamos realizar para prepararnos para la navidad. Y esto es una gran idea, porque en realidad necesitamos un entrenamiento para adiestrar nuestra voluntad a ser virtuosa, ayudada por supuesto por la gracia de Dios, que siempre nos da la iniciativa a todo esto. El proceso de conversión es algo continuo, algo de toda la vida incluso. Aquel que piensa que esta convertido y no necesita nada mas vive engañado. Es un proceso de un constante peregrinar hacia nuestra meta, el Reino de Dios en el cielo. Por medio de la conversión se van quitando los obstáculos que nos separan de Dios, se va “preparando los caminos, allanando los senderos” como nos exhorta Juan el Bautista. Y todo esto no es algo únicamente interior, nuestra conversión interior debe de ser manifestada exteriormente, no solo en actos de piedad, pero en actos de asistencia con nuestros semejantes “den el fruto que pide la conversión” nos dice Juan el Bautista.
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