Entre los siglos VI y IV a.C., el santuario llegó a acumular grandes riquezas gracias a los objetos, trofeos y exvotos ofrecidos por los fieles en señal de agradecimiento y devoción. A finales del siglo XIX, arqueólogos franceses, con el apoyo del recién creado Estado griego, sacaron a la luz los restos del santuario de Apolo en Delfos, sede del famoso oráculo, ocultos durante siglos bajo una pequeña aldea.
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