Cuando decimos que somos santos y no lo somos, estamos fingiendo. Cuando mostramos fortalezas en lugar de reconocer debilidades, estamos fingiendo. Cuando hacemos todo lo posible por seguir manteniendo la imagen de que tenemos la vida resuelta, estamos fingiendo. Dios no amará nunca tu falso testimonio. Si tienes el valor de dejar tu vergüenza, tu orgullo, tu arrogancia y tu ego a un lado; si de verdad confiesas que estás roto, herido, cansado, dolido; entonces, eres un candidato para la verdadera adoración… porque el Señor ama tu yo real, tu yo auténtico.
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