“Lo primero que sentí fue miedo de ser despedida”. Así de simple y así de crudo es el testimonio de Yaiza, una joven catalana a la que echaron al reincorporarse a su puesto de trabajo después una baja por ansiedad. Su caso no es único. Los datos revelan que nuestra salud mental está muy relacionada con nuestro bienestar laboral. El año pasado el Ministerio de Trabajo encargó un estudio sobre la relación entre precariedad y salud mental y las conclusiones se presentaron recientemente: un tercio de los casos de depresión de la población activa son atribuibles a la precariedad. Trabajar, en estas condiciones, nos enferma.
Muchos de estos trastornos escapan del radar de la salud pública o están infradiagnosticados por la falta de profesionales que sufre el sistema sanitario español. Los datos más recientes de la Encuesta Europea de Salud en España dicen que hubo 511.000 casos de depresión entre la población activa en 2020. Pero, puestos a dar datos, hay otro más revelador: 1 de cada 4 trabajadores toma ansiolíticos y somníferos de forma habitual.
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