Cuando confundimos nuestros deseos con “el llamado”, nos condenados a sufrir fatiga, desánimo, pérdida del gozo y un sentimiento de incapacidad. Sabemos que estamos haciendo una estupidez, pero la disfrazamos de “Dios me dijo” o “Dios me llamó”. Y eso es porque nos miramos al espejo, vemos un hermoso traje y pensamos que ya estamos listos para cumplir nuestro sueño. Esto pasó a José, quien, aunque vistió Prada, no tuvo el carácter para sostener la bendición. Sólo cuando comprendió cómo era la vida sin la túnica, pudo José cumplir su sueño, alcanzar la profecía y llegar al trono. En el momento en que recuperó su relación con su padre, ¡recuperó todo lo perdido!
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