Dios puede usarnos a cada uno para Su obra, aunque no necesita de nadie. Somos valiosos, pero no indispensables. Y es que ser escogidos por Dios es aprender a ceder, a dejar ir; es pensar como un mayordomo y no ser arrogantes exigiendo a todos que nos sirvan. Recordemos que Jesús mismo se contentó con el más humilde de los títulos. Él se contentó con que lo llamaran siervo. Nosotros somos el hacha, la sierra, la vara y el bastón… no hacemos nada apartados de la mano de Dios. ¡Bendito es el cristiano cuya atención está en otros y no en él mismo!
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