A finales de los 90, Mariano Alameda lo tenía todo. Protagonizaba la serie del momento, Al salir de clase, que mantuvo pegada a la pantalla del televisor a toda una generación. La ficción, en la que daba vida a Iñigo, lo convirtió en un ídolo juvenil y le hizo saborear las mieles del éxito: dinero, fama y sexo fácil. Muchos sentirían envidia de aquello, pero la realidad era que este chico de Hortaleza no era feliz ni se sentía pleno. Faltaba algo. Después de Al salir de clase vinieron La verdad de Laura, Paco y Veva y Aquí no hay quien viva. Todo se detuvo en 2010, cuando tomó la decisión de dejar la interpretación (y la fama, el dinero y las conquistas) en pro de algo que le llenaba más: el yoga, la meditación y el desarrollo personal. Han corrido ríos de tinta acerca de Mariano desde entonces. Un paseo por la red dibuja al otrora actor como líder de una secta, timador de poca monta, vendehumos y quién sabe cuántas cosas más. Los violadores del verso, en su tema 'Modestia aparte', rapeaban aquello de "de lo que ves créete la mitad, de lo que no ves, no te creas nada". Así que me fui a verlo, a conocer al ídolo juvenil que ahora dirige Nagual, que es –según reza su web– un centro de desarrollo personal. Allí tuvo lugar este diálogo.
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