La mayoría de nosotros somos gente normal. Llevamos una vida común salpicada de bodas ocasionales, cambios de empleo, alguno que otro nacimiento y un par de funerales. A veces, esto hace que nos sintamos invisibles o insignificantes en medio del gentío; mas no olvidemos que no hay suceso tan común y corriente en que Dios no esté. El Señor puede hablarnos en el fregadero de la cocina, mientras cambiamos pañales en mitad de la noche o cuando trabajamos de sol a sol en la oficina o en el campo. Tenemos que empezar a tomar notas sobre nuestra vida y a abrir los ojos para descubrir a Dios en medio de nuestros días comunes.
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