La honra es la virtud perdida de las nuevas generaciones, a las que se ha promovido una total falta de respeto hacia la autoridad. Pero, para los cristianos, la honra debe ser una condición del corazón. No debemos honrar a la gente porque necesariamente se lo merecen, sino porque queremos ser los honorables. Es difícil leer la Biblia sin que seamos expuestos a una cultura con niveles de honra y autoridad. Primeramente, debemos honrar a Dios, después a nuestra asignación y después a nuestra familia, a nuestros padres, a nuestros hijos, a nuestras autoridades, y aún a nuestros enemigos. ¡Un mensaje retador!
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