No tenemos nada que decir. Nada. Ni nada que añadir a la nada. Pero claro, este texto habrá que llenarlo, porque, si no, quedaría un espacio vacío feísimo y probablemente peligroso. Quizá se formaría un agujero negro por el que serían absorbidos, por ejemplo, nuestros principios, las democracias más avanzadas, las personas de bien, los países de nuestro entorno, las fechas más señaladas, los creadores de contenido y los panaderos para celiacos, vaya usted a saber. No quedará por nosotros. Pero, vamos, que no tenemos nada que decir, decíamos, salvo pedir que rellenéis con el dedo el hueco del botón del Play, porque… ¡Aquí hay dragones!
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