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A principios del siglo XX formar parte de la tripulación de un submarino era casi tener un pié en el otro barrio…
Si en el submarino había algún tipo de problema, si algo no iba bien, lo normal es que la tripulación junto con el submarino terminaran sus días en el fondo del océano. De hecho, se llegaba incluso a cobrar un incentivo económico porque las carreras militares a bordo de los sumergibles eran bastante arriesgadas.
En 1939, el SS Squalus era uno de los once submarinos de la nueva clase Sargo desarrollada por la Armada de los Estados Unidos y llamada así por el nombre de este pez, reconocidamente luchador y que se encuentra principalmente en aguas del Mediterráneo.
La mañana del 23 de mayo de 1939 el SS-192 Squalus, abandonaba el puerto de Porthmouth para su decimonoveno viaje de pruebas. A lo largo de la primera jornada la tripulación del USS Squalus, con una tripulacion de 5 oficiales, 51 marineros y tres inspectores civiles, había realizado diecisiete inmersiones se disponían a realizar otra más, la inmersión rápida o de emergencia, que debía realizarse en un máximo de 60 segundos hasta la cota de 30 m navegando con una velocidad inicial de 16 nudos en superficie.
⏳ Pero aquel día hubo problemas. Problemas que a priori hubieran sido el principio del fin. Como en otros muchos casos anteriores, toda la tripulación debería haber muerto y descansado eternamente en el fondo del mar. Hoy, en Por qué no Decirlo, la historia del Squalus, el submarino que regresó de las profundidades.
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