La mayoría de las veces, tenemos la tendencia a bajarnos a caminar sobre el agua, mucho antes que Dios nos llame a abandonar la barca. El problema con esto, surge cuando nuestro carácter aún no puede sostener el llamado y terminamos sacrificando nuestro propósito divino en el altar del egoísmo y la conveniencia personal. Olvidamos que, desde la promesa al cumplimiento, siempre estará la transición y solemos confundir preparación con abandono. Por eso, oremos hoy, no para que Dios acorte la duración de nuestros tiempos difíciles, sino para que logremos aprender de nuestra experiencia en el desierto.
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