El 18 de enero de 1971 la policía del Puerto de Santa María (Cádiz) detuvo a Manuel Delgado Villegas, de 28 años, como principal sospechoso de la desaparición de su novia, Antonia Rodríguez Relinque. Ante el estupor de los funcionarios, el detenido confesó con todo detalle el asesinato de la Toñi, pero también se inculpó de la muerte de Francisco Marín, cuyo cuerpo fue hallado sin vida dos semanas antes. Y no se detuvo ahí. Aseguró haber cometido hasta 48 asesinatos de 1960 a 1970.
El Arropiero, como era también conocido el detenido por dedicarse a la venta ambulante de caramelos de arrope, se convertía así en el asesino en serie más importante de la historia del crimen en España. Los análisis psiquiátricos a los que fue sometido detectaron que Delgado padecía todo tipo de disfunciones, incluida una anomalía genética (el cromosoma XYY) que lo impelía a una agresividad extrema.
Manuel Delgado, junto al inspector Salvador Ortega Mallén y dos policías más recorrieron la costa mediterránea para confirmar los homicidios. Se hallaron pruebas suficientes en siete de los casos, en un viaje plagado de anécdotas y de un sorprendente buen humor.
El Arropiero ingresó en el Centro Psiquiátrico de Carabanchel sin ser juzgado. Y allí quedó, sometido a electroshocks y olvidado, hasta que la Ley de Amnistía de 1977 obligó a revisar su caso.
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