Cuando Jesús expresó por vez primera el mandato "Amad a vuestros enemigos", le añadió esta explicación: “para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos”. Nuestro Maestro nos ha perdonado una deuda incalculable, pero también nos concedió una responsabilidad terrible: de alguna forma, el perdón divino depende de nosotros, porque sólo si perdonamos a los que nos ofenden, el Padre perdonará nuestras ofensas. Un mensaje que nos ayudará a ser libres de la cárcel del odio y el resentimiento.
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