Una joven trabajadora del polígono industrial de Cervera apareció muerta en las vías del tren y lo que parecía un suicidio acabó convertido en un atroz crimen.
El 15 de febrero de 1999, el día siguiente al de San Valentín, apareció sobre las vías del tren el cadáver semidesnudo de la joven de 24 años Marina Ruíz García, vecina de la localidad leridana de Cervera, donde se produjo el hallazgo. Aunque inicialmente los forenses tomaron el caso como un suicidio, tras la autopsia quedó claro que aquella muerte tenía un origen criminal. Además, la víctima parecía haber sido violada con una barra de hierro.
Los Mossos, que desde un primer momento desconfiaron de una escena del crimen que nunca les pareció la de un suicidio, elaboraron sus hipótesis e hicieron su lista de sospechosos. Uno de ellos era el novio de la fallecida, Serafín Cervilla Valle, que acabaría detenido, acusado y condenado por asesinato y violación.
Hoy, tras 25 años de los hechos y con autorización para ir a la cárcel sólo a dormir, Cervilla y sus abogados proclaman su inocencia como si todavía estuviéramos en 1999.
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