No hay forma de seguir a Jesús sin negarse a uno mismo; no hay perdón sin arrepentimiento; no hay salvación sin entrega. Sin embargo, en lugar de enfocar nuestra fe con un espíritu de renuncia que exprese: «¿Qué puedo hacer por Jesús?», hemos desarrollado una mentalidad socialista que pregunta: «¿Qué puede hacer Jesús por mí?» o lo que es peor: “Si lo sigo, ¿qué me va a dar?”. Si no ha habido sacrificio en tu vida, si al menos no te has sentido un poco incómodo por seguir al Señor, quizá no estés llevando tu cruz. ¡Un mensaje revelador!
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