Cuando solamente valoramos lo que Jesús puede hacer por nosotros, no nos importa mucho el destino eterno de los demás; aunque asistamos a cientos de “congresos de pesca”. Pero el propósito de la iglesia no es solamente existir en aislamiento; es producir. Lo que sucede en los cultos y reuniones puede ser glorioso, pero no podemos mantener a Dios encerrado en un edificio. Nuestra vida, nuestros dones, talentos y recursos, e incluso nuestro tiempo, deben estar enfocados en cumplir el propósito de Dios. En el verdadero cristianismo, lo que quebranta el corazón del Señor, también quebranta el nuestro. Recordemos que ¡fuimos llamados a ser la sal del mundo!
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