Atraídos por la música neofolk tan en boga en los sesenta y setenta, formaron un dúo perfecto por el equilibrio de las voces: Paul hacía los graves y Arthur los tonos altos; las canciones las firmaba Simon, pero Garfunkel daba mejor en el escenario. Paul envidiaba el porte de Arthur; el otro envidiaba el talento de Paul. El moreno y el rubio, el bajo y el alto, no se soportaban. Pero juntos lograron vender cifras millonarias con megaéxitos que acompañaron a generaciones enteras. SIMON Y GARFUNKEL
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