“Una máquina puede hacer el trabajo de 50 hombres ordinarios. Ninguna máquina puede hacer el trabajo de un hombre extraordinario” – Elbert Hubbard Es conocida como la partida de ajedrez del siglo. Estamos en octubre de 1956. El joven Bobby Fisher de 13 años compite contra Donald Byrne, un reconocido veterano. Fischer realiza jugadas sorprendentes, sacrificando su caballo y después su reina, sin justificación aparente. Tras unos movimientos adicionales sus motivos se hacen evidentes. El rey de Byrne se queda sin escape. Es jaque mate. Fischer vio más allá que su rival y el resto de grandes maestros de la época. Pasó a ser considerado un grande entre gigantes, poseedor de una inteligencia y creatividad excepcional, la máxima expresión del intelecto humano. Y sin embargo, cualquier programa actual de ajedrez, corriendo en un PC barato y considerando las mismas posiciones de partida, replicaría las jugadas de Fischer. No porque haya copiado aquella famosa competición, sino porque son las más lógicas. Tu teléfono móvil juega mejor al ajedrez que el humano más inteligente. Paradoja de Moravec Tras décadas desarrollando inteligencia artificial, hemos llegado a una conclusión paradójica: el pensamiento razonado humano (considerado generalmente como inteligencia) es simulable fácilmente, mientras que las habilidades sensoriales y motoras requieren […]
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