Para los descendientes de los judíos que habían emigrado a zonas griegas, en el siglo III a.C, el griego era su idioma nativo y no el hebreo. Para resolver esta limitación de idioma, se emprendió la traducción de las Escrituras al idioma griego, el producto de ese trabajo fue la versión Septuaginta LXX.
Durante los primeros tres siglos, la iglesia cristiana tenía solo el Antiguo Testamento, así que fue necesario definir la conformación del Nuevo Testamento. La primera lista completa de los escritos del Nuevo Testamento fue la lista de Atanasio, del año 367 d.C. En el año 382 d.C, la Iglesia instituyó el Canon Bíblico con la lista del Nuevo Testamento de Atanasio y los libros del Antiguo Testamento de la Septuaginta.
En el año 382 d.C, Jerónimo tradujo una versión al idioma latín. La intención de Jerónimo, traduciendo al latín el hebreo del Antiguo Testamento y el griego del Nuevo Testamento, era que los cristianos comunes pudieran leer la Biblia. Después del colapso del Imperio romano, la población de la Europa cristiana ya no hablaba latín. El problema entonces fue que las Escrituras sólo eran entendidas por las personas letradas. La iglesia decidió encerrar el libre acceso a las Escrituras. También desalentó y castigó, incluso con la muerte, la traducción de la Biblia a otras lenguas.
Pasaron cerca de mil años antes de que la mayoría de las personas pudieran leer las Escrituras en su propia lengua.
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