Cuando tú dejas una silla desocupada en una mesa para dos, es una invitación al enemigo para que ocupe el lugar vacío. Y si el enemigo se te sienta a tu mesa, te hará creer que nunca vas a poder seguir adelante; él te dirá que vas a fracasar, que estás arruinado y debes darte por vencido… pero recuerda que es el Rey quien preparó la mesa para ti. No importa si te sientes sucio o en pecado, el Señor siempre te considerará digno de que compartas un banquete en Su presencia.
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