Cuando David mató a Goliat, guardó las armas del gigante caído en su tienda, como un recordatorio de lo que Dios hizo. Los recuerdos, los altares, nos ayudan a no olvidar la fidelidad de Dios, nos llevan a ser agradecidos por las bendiciones recibidas y nos hacen recordar las marcas y cicatrices que nos quedaron por movernos de Su voluntad. Por eso, enseñemos esas fotos viejas a nuestros hijos, cantemos las canciones que nos hacen recordar momentos importantes de nuestra vida, levantemos altares de fidelidad divina que sean testimonio de lo que Dios hizo, de lo que hace y de lo que puede hacer, altares que nos hagan recordar de dónde el Señor nos sacó y que Él sigue siendo el mismo y nos va a dejar jamás.
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