El apóstol Pablo dijo: ‘yo estoy luchando todo el tiempo con mi hombre natural’, y nosotros, hoy también transitamos la vida luchando por no pecar, por no caer en tentación, y cuando fracasamos eso nos lleva a vivir con culpa, a pensar que no estamos a la altura para gozar de Su Presencia y peor aún, nos olvidamos de Su gracia; la gracia divina que perdona no una, ni dos veces, sino las necesarias; esa gracia que es ilimitada, sin restricciones ni condiciones. Así como Oseas perdona a Gomer a pesar de sus pecados, así como un padre perdona a su hijo una y otra vez, de igual forma el Señor nos perdona siempre y pone un cerco de espinos a nuestro alrededor para impedir que salgamos de Su camino.
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