El cedro es un árbol que nunca para de crecer, es perdurable, resiste parásitos y tiene un olor muy agradable. Así debemos ser los cristianos: siempre creciendo, aprendiendo a ser mejores en todos los ámbitos de la vida, resistiendo las tormentas y dejando a nuestro paso un testimonio de nuestras creencias y nuestros valores en todo lo que hacemos y con todos quienes nos relacionamos. Tomemos hoy la decisión de permanecer siempre fieles a Él, nos guste o no el lugar donde nos ha plantado; digámosle al Señor que puede contar con nosotros, que otros árboles podrán crecer a nuestro alrededor y aunque alguno parezca amenazante no nos preocuparemos, pues nuestras raíces son profundas y fuertes como las de cedros en el Líbano.
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