Al crecer en Inglaterra, a Pico Iyer le enseñaron que el objetivo de un juego era ganar. Ahora, unos 50 años más tarde, se dio cuenta de que la competencia puede ser "más bien un acto de amor". En esta charla sincera y sutilmente profunda, él explora lo que los partidos regulares de pimpón en su barrio nipón revelaron sobre el acertijo de ganar, y nos muestra cómo no saber quién ha ganado puede parecer la victoria definitiva.
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