De todos los hombres que aparecen en las Escrituras, posiblemente David ha sido uno de los más agradecidos con Dios... y no tuvo reparos en demostrarlo. Aun siendo perseguido como delincuente, él nunca dejó de adorar y cantar. Y cuando finalmente asume el trono del pueblo israelí, David deja a un lado sus inhibiciones y sus ropas reales para bailar por las calles casi desnudo, celebrando junto con el pueblo la entrada del Arca del Pacto en Jerusalén. Aprendamos de David a ser auténticos y agradecidos, a bailar con gozo, a celebrar con alegría y sin vergüenza las bendiciones de nuestra vida, despojándonos de todo aquello que nos estorba en el camino del Señor.
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