Jesús no vino para sanar a las personas del mundo, sino para sanar sus almas; de lo contrario, habría hecho una gran cruzada de milagros en pleno Jerusalén y todos se habrían convertido. Él sabía que los milagros no producen fe... es la fe la que produce milagros. Por eso debemos vivir nuestra cristiandad todos los días, sabiendo que la vida espiritual son pasos pequeños hacia Dios, historias íntimas con Él, pequeñas vislumbres de Su presencia que nos llevan más cerca de Su rostro y fomentan una fe sólida y duradera. Un mensaje para fortalecer nuestro espíritu.
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