Dios nos llama, a los rotos, a los heridos, a los débiles, a los discriminados, y hasta a los tontos, a hacer algo más grande por los demás. Él nos llama a ser la iglesia para otros; nos llama a ser de aquellos que lanzan y sostienen una cuerda de misericordia, un hilo rojo, para ayudar a alguien que necesita ser rescatado. Recordemos que los verdaderos cristianos son dispensadores de gracia bajo presión y se niegan a abandonar su intercesión por aquel Moisés en la canasta, flotando sin rumbo por el río. Los cristianos podemos usar un cordón salvavidas para atarlo al corazón de la persona perdida y jalarlo de nuevo hacia la seguridad del abrigo de Señor. ¡Un mensaje imperdible!
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