Si bien es esencial que todos los cristianos aprendamos a llevar una vida de oración, de adoración y de devoción personal a Cristo, un sobre énfasis en estas actividades rápidamente nos puede apartar del enfoque en Jesús y de Su Reino. Es por eso que hoy más que nunca debemos entender que no vale la pena quedarnos a bailar frente a la zarza. Dejemos que la zarza se apague, porque ya cumplió su propósito. Salgamos de nuestro desierto y vayamos por los cautivos. Recordemos las palabras del Señor en Mateo 7:16: “Por sus frutos los conoceréis”. El mundo nos conocerá por cómo nos amemos los unos a los otros y no por nuestras pequeñas zarzas encendidas. Un mensaje inspirador.
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