Cada mañana los nobles de Tenochtitlán, tras lavarse y desayunar, se dirigían al trabajo en el centro de la ciudad. Además, según el testimonio recogido por el cronista Sahagún, cada amanecer los sacerdotes del templo hacían sahumerios, decapitaban una codorniz y quemaban copal (resina de árboles). Una vez decapitada la codorniz, los sacerdotes la ofrecían al Sol.
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