Las personas respiramos como vivimos. Nuestros pensamientos y cómo nos estemos planteando las cosas que nos suceden, generan en nosotros determinadas emociones que modificarán nuestro organismo y viceversa. Pensamientos, emociones, conductas y organismo están íntimamente relacionados. La respiración es una de las funciones del cuerpo que, pese a realizarse de forma automática gracias a nuestro sistema nervioso autónomo, tiene mayor incidencia en nuestro bienestar físico y mental. Como un espejo, refleja nuestros estados internos: cuando estamos haciendo una tarea que requieren pulso y/o concentración dejamos de respirar por unos instantes, si estamos enamorados suspiramos con frecuencia, cuando estamos cansados, tenemos hambre o nos aburrimos bostezamos…
La respiración cambia en función de la emoción y necesidad que estemos experimentando, y aunque opere independientemente de la voluntad podemos prestarle atención para reconocer mejor el estado en el que nos encontramos en ese momento y operar sobre ella, retomando un control parcial, más consciente, que nos ayude a modificarla en nuestro beneficio.
Las dos pautas respiratorias asociadas a distintos estados
En momentos de calma y sosiego solemos respirar utilizando toda nuestra capacidad, llevando el aire hasta la zona baja de los pulmones y haciendo trabajar al diafragma. Esta es la llamada respiración abdominal, el ritmo es lento, y las inspiraciones y espiraciones son más profundas; visualmente podemos percibir que el abdomen se hincha y deshincha como si de un globo se tratase. Entre los muchos efectos que provoca en nuestro organismo encontramos verdaderos beneficios: ayuda a mejorar la circulación, mejora el nivel de oxígeno en los órganos vitales, elimina tensión muscular, a nivel emocional favorece la relajación, la concentración, combate la fatiga y el estrés o estados más intensos como la ansiedad.
La otra pauta es la respiración torácica o energética, que de forma adaptativa desarrollamos cuando necesitamos un aporte extra de energía para actividades que requieren más movimiento del habitual, es la que precisamos y llevamos a cabo por ejemplo cuando hacemos ejercicio. El ritmo respiratorio se acelera, inhalamos mayor volumen de aire del que expulsamos, y sólo utilizamos la parte superior de los pulmones. Es una pauta que pretende ser útil, y de hecho lo es, para ponernos en marcha y activar nuestro organismo, pero en ocasiones nos puede parecer más perjudicial que otra cosa.
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