Durante siglos se creyó que la peste se transmitía a través del aire y que podía prevenirse o curarse ingiriendo extrañas pócimas, haciendo sangrías, purificando el ambiente mediante aromas o vigilando que no entrara en las ciudades ningún infectado. Durante una epidemia, los médicos quedaban directamente expuestos al contagio y eran muchos los que sucumbían. Para protegerse, a principios del siglo XVII el médico personal del rey francés Luis XIII, Charles Delorme, ideó un uniforme protector que incluía una curiosa máscara en forma de pico.
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