A finales de los setenta, surgieron en los barrios marginales de las grandes ciudades de España bandas juveniles que cometían pequeños hurtos. Después, robaron coches. Y, con la llegada de la heroína, acabaron atracando bancos, farmacias y gasolineras a cara descubierta. Muertos por sobredosis, por el SIDA o por enfrentamientos con la policía, aquellos quinquis pasaron a la historia. Juan José Moreno Cuenca, el Vaquilla, empezó como un menor delincuente y acabó convertido en protagonista de motines y fugas de la prisión, donde pasó la mayor parte de su vida enganchado a la heroína.
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