La gracia no fue gratuita para Jesús. Le costó todo. Por esto precisamente rechazar este regalo tan valioso es lo más insultante que podríamos hacer; es pensar que Jesús fue golpeado, mutilado y torturado para que después intentemos salvarnos por medio de nuestras insignificantes buenas obras... pero somos hijos de Dios por nacimiento, no por mérito. Y si hoy estamos luchando contra el pecado, no necesitamos más fuerza de voluntad para no caer; lo que necesitamos es más de Jesús. El punto no es evitar el pecado, sino amar al Señor y dejar que el Espíritu Santo haga en nosotros Su obra.
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