Hace poco escribí un trabajo de filosofía sobre la polarización y fragmentación del discurso cívico, dándome cuenta de la importancia de nuestras palabras y de confrontar nuestra perspectiva constantemente.
Reflexiono al respecto observando los movimientos sociales del momento y lo que podemos aprender a la luz del #MeToo
¿Nuestras palabras tienen el poder de asesinar a un hombre? ¿O nuestro enfoque está en el lugar equivocado?
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