Aquel día caminaba con prisa, entre reunión y reunión en el centro de la ciudad. Pasé al lado de un chico que tocaba la guitarra y cantaba, y lo hacía muy bien. Me llevé la mano al bolsillo y busqué una moneda para echarla a la funda de la guitarra, sin detenerme. El muchacho me miró, y con un solo gesto me dijo muchas cosas: “gracias por apreciar mi música”, “¿dónde vas con tanta prisa?”, “¿no tienes unos segundos para escuchar el final de la canción?”…
oscar.gomez@qwertypodcast.com
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