La realidad es que nunca podremos convencer a la gente con nuestras propias conclusiones acerca de la fe y la vida con Dios. Es el Espíritu Santo el único que puede revelar la verdad de Dios en la vida de una persona. Esta debería ser nuestra mayor motivación para soltar las piedras de juicio que muchas veces tenemos listas para atacar a los demás.
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