Oíste, Virgen, que concebirás y darás a luz a un hijo; oíste que será por obra del Espíritu Santo. Mira que el Ángel aguarda tu respuesta, porque ya es tiempo que se vuelva al Señor que lo envió. También nosotros, los condenados infelizmente a muerte por la divina sentencia, esperamos, Señora, esta palabra de misericordia.
Se pone entre tus manos el precio de nuestra salvación; en seguida seremos librados si consientes. Por tu breve respuesta seremos ahora restablecidos para ser llamados de nuevo a la vida.
Esto te suplica, oh piadosa Virgen, el triste Adán, desterrado del paraíso con toda su miserable posteridad… esto mismo te pide el mundo todo, postrado a tus pies.
Ansiamos tu respuesta, porque de tu palabra depende el consuelo de los miserables, la redención de los cautivos, la libertad de los condenados, la salvación, finalmente, de todos los hijos de Adán, de todo tu linaje.
Da pronto tu respuesta. No tardes, María. Cree, di que sí. Abre, Virgen dichosa, el corazón a la fe, los labios al consentimiento, tus castas entrañas al Criador. Mira que el deseado de todas las gentes está llamando a tu puerta. Si te demoras en abrirle, pasará adelante. Levántate, corre, abre. Levántate por la fe, corre por la devoción, abre por el consentimiento.
(San Bernardo)
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