Soltar el ego o como mínimo dejarlo a un lado es una de las aspiraciones de muchos de los practicantes de meditación, mindfulness, yoga y disciplinas afines. Pero como podéis suponer no es nada fácil. La mayoría de las personas viven totalmente identificadas con su ego. Hemos de pensar también que la primera dificultad vendría de definir qué es el ego y además ser capaces de identificar eso en nosotros mismos.
No seré yo quien me arriesgue a definir el ego de un modo taxativo, pues eso también dependería de bajo qué teoría o escuela lo explicáramos. Pero a los efectos que nos interesan, podríamos decir que es nuestro Yo falso, nuestro personaje. Por debajo estaría el sentido del sí mismo, una entidad escurridiza y capciosa en donde estaría aquello que nos hace más auténticos, que nos conecta con nuestros más profundos anhelos, con quien verdaderamente somos. El sí mismo o Yo real sería aquella parte que no fue manchada por el guión de vida, que quizás se replegó sobre sí misma para protegerse del exterior. Todo aquello que de algún modo no pudo ser expresado ni manifestado. Lo que sí que pudo ser manifestado y es auténtico, sería también parte del Yo real. Y aún más profundo o más adentro, quien sabe, estaría ese estado de Conciencia pura en que ni tan sólo hay un yo, sólo un observador que observa.
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