En esta meditación, Abelardo de Armas va desarrollando cada uno de los dones del Espíritu Santo. A continuación nos exhorta a no apagar el fuego del Espíritu Santo en nosotros, a no poner triste al Espíritu y a acudir a María siempre que lo necesitemos, ya que Ella atrajo al Espíritu Santo sobre los apóstoles y ahora lo hace con nosotros.
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