Marcelino era sacerdote en Roma durante el reinado de Diocleciano, mientras que Pedro según se afirma, ejercía el exorcismo. Ambos eran muy queridos por los cristianos de la época. Nos ha dejado noticias de su muerte el papa de Dámaso, que las oyó de boca del mismo verdugo. Fueron decapitados en un bosque, pero sus cuerpos fueron trasladados y sepultados en el cementerio llamado «Ad duas lauros», en la vía Labicana, donde después de la paz de Constantino se erigió una basílica.
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