Él fue quien guió al pueblo elegido después de Moisés y, junto con Calé, lo hizo entrar en la Tierra Prometida. Nació en Egipto durante la esclavitud de los hebreos, alrededor de 20 años antes del Éxodo. La gran confianza que Josué tenía en Dios, le hizo clamar contra la infidelidad y perfidia de los otros. De su santidad da testimonio la Sagrada Escritura que dice de él que "fue hombre de espíritu, que siempre anduvo en pos del Omnipotente, y en los días de Moisés mostró piedad y no se apartaba del Tabernáculo". Josué murió de ciento diez años y fue sepultado en la ciudad de Tamnasaret. El Martirologio Romano lo menciona así: San Josué, hijo de Nun, siervo del Señor.
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