Fue un joven que anduvo entre dos frentes: el de la lucha y la soledad. Había nacido en la parte sur de Francia, en Narbona cuando mediaba el siglo III. En la ciudad de Palermo, Italia, lo ordenaron de sacerdote, debido a su predicación y a sus dotes, entre las cuales se destacaba la santidad de vida personal y su irradiación a los demás. Volvió a Francia a una región en la que reinaba su tío Teodorico, que al enterarse de que su sobrino era cristiano, lo mandó prender y durante siete días no le dio alimento ni bebida. Al morir este, Antolín quedó libre, pero su sucesor Galacio, lo metió de nuevo en la cárcel y mandó que le tiraran al río Aregia.
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