La vieja naturaleza, regida por el pecado, ha sido destinada a la destrucción. Sus hábitos no tienen lugar en la vida de quienes son llamados a heredar las promesas. Pablo nos exhorta así: “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.
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